viernes,24de

Presagio (II/III)

Presagio (II/III)

(II/III)

El hombre se levantó sin más, abrió la puerta queriendo salir de la situación, pero entró a la misma sala, como si entrara de nuevo. Algo que prácticamente no tenía sentido, como una puerta puede conducirte al mismo lugar, se cuestionó ya estupefacto.

—Si esto no es real, dime entonces ¿Porqué estás sangrando?—, replicó el niño. 
El hombre se detuvo, lo dudó, pero ahí mismo sintió un líquido tibio corriendo por su cara, se tocó con su mano izquierda, trémula, y al verlo era cierto, era sangre. Desencajado, entonces por lo que parecía ser un plano sin sentido, se tapó los ojos con las manos queriendo despertar. Y así parecía ser. 
Cuando los abrió estaba sentado, viajando en un bus, una ruta común, podía ser cualquier lugar en realidad, todos los pasajeros encerrados mentalmente en su propio mundo, ensimismados a tal punto que parecían maniquíes : sujetos inmóviles. 

En el fondo, sentía pavor, pues ¿adónde iba?¿Cuánto tiempo llevaba viajando? Afina su mirada por la ventana y se pregunta si todo fue un sueño utópico ¿Sería posible? incrédulo por si saber si ahora es real lo que vivía, observó sus manos y cayó en cuenta que había pasado el tiempo, tanto como para cuestionar su edad, y su reflexión fue interrumpida, escuchó la voz de el pasajero de su costado decir —Si esto no real, dime entonces ¿por qué estás envejeciendo?—. Perdió toda impasibilidad, inundado por una prematura locura se abrió paso como pudo para bajar del bus por la parte trasera. Tocó el interruptor de bajada muchas veces, a ver si el conductor reaccionaba de inmediato.

—Ya vas a llegar, Lithian, todo a su tiempo—, dijo el conductor de una forma absoluta. 
—¿Qué significa todo esto?, pensó. Avanzó lentamente con la mirada acuciosa hasta llegar al conductor. Al mirarlo retrocedió y cayó impactado : no tenía rostro.
—¿Qué estás esperando? Incorpórate, debes bajar, no puedo seguir llevándote más lejos, tu cuerpo no soportaría y tu vida acabaría aquí—, agregó el mismo conductor. 

Extrañado y confuso descendió del bus y lo primero de lo que se percató fue del árbol jamás visto, aquel que recordaba por su aspecto a fuego. Supo entonces que seguía en el mismo idilio.—Dónde está esa puerta—, dijo. Ahora ya sabía que debía entrar, aunque en el fondo se sintiera asustado y aturdido. Sin más, la encontró y fue hasta ella, pero esta vez su mente se preparó para no dejarse sorprender y creer que lo que vivía seguía siendo una duda existencial. Entró y el mismo lugar vacío comenzó a tomar forma. Se hallaba en su casa.

—Ahí estás, querido,—dijo su mujer—,tenemos que irnos de una vez, sino llegaremos tarde. 
— Sí , ya me estoy alistando, disculpa, he estado ido ¿A dónde vamos, amor?
— No te hagas cómo si no te doliera, Lithian que lo estoy tratando de sobrellevar. ¿Crees que para mí es fácil asimilar tu muerte?

—¿Mi muerte?— cuestionó atónito y con una voz sin lugar. Parecía que su mujer no lo escuchó porque seguía alistándose para el funeral sin prestarle atención. Luego de mucho buscar encontró una foto de Lithian, lo miró a través del espejo y añadió : — Se nota que aún no lo entiendes, querido. Y justo ahí, cómo antes había pasado, el tiempo se resquebrajó y se detuvo congelándose en sus miradas. Cuando reaccionó, se halló de la mano de su mujer en su funeral, en medio de toda la gente que había venido a despedirlo del mundo que conocían. 

—Cómo sucedió— le preguntó a su mujer un doliente, después de darle el pésame.
—Sufrió un paro cardíaco mientras regresaba a casa, el choque de su carro fue inminente. 
—Es una verdadera lástima, murió sin saber que su hijo iba a tener un hijo. 
— Sí, se lo íbamos a decir que iba a ser abuelo, pero ahora ya no está con nosotros—, culminó Sora, la mujer de Lithian. 

Después de escuchar eso, Lithian quiso despertar más que nunca, pues su hijo aún era pequeño,así lo era en su memoria y literalmente no podía creer lo escuchó. Lo intentó pero no pudo. Se acercó entonces a su ataúd y vio su foto, sabía que era él, lo veía en los ojos cansinos tan suyos, pero irreconocible por la edad. —¿Así es cómo termina todo esto?—, pensó. 

Entonces quiso verse asimismo, quería ver su triste deceso y despedirse de sí mismo, si en verdad eso era posible, pero extraña más incrédula fue su reacción al notar que no había nadie en el ataúd, volteó rápidamente para ver si a alguien se había percatado, pero ese era el detalle, ya no había nadie.




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