miércoles,22de

El café de América

El café de América



—Nada cómo el suave aroma del café de América Latina, solo con dos cucharaditas de azúcar es más que suficiente  —dijo Adela—. moviendo lentamente su taza.

—¿tú crees?—preguntó Román.
—No era una pregunta.
—Pues si tanto te gusta ese café y no el de Marsella ¿por qué no vendes esta casa y compras café para tu vejez? —Mirándola directamente, contestó Román.
—Deberías moderarte —respondió Adela—: un hombre de tu clase no puede perder la paciencia tan fácil. Además —continuó—, esta casa no tiene precio, ni la tendrá.
—De hecho, si vendiéramos la casa ...
—Tú solo estás pensando en vender esta casa, Román —interrumpió Adela, y agregó—: Tal vez si te dedicaras a algo que en verdad algo que valga la pena no tendríamos este problema.
—No lo comprenderías, cariño —recostándose un poco, dijo Román—, la vida política es más que burocracia e intelecto.
—Ja, ja,  por favor, ¿qué no comprendería? Porque que yo sepa, el pueblo no está muy contento con todas las reformas que están aprobando.
—Lo ves, ignoras por completo el beneficio social, más allá del sacrificio
—Pues como no me falte el café y sigas trayendo flores a casa, no tendrás problemas.
—Vendamos la casa, Adela  —Se levantó de su silla Román. Podemos ir a vivir a otro distrito, este lugar ya no es lo mismo. 
—Pero aquí tengo mi vida social
—!Y eso qué! El futuro será mejor, mientras más cerca esté del gobierno será mejor para nosotros.
—Lo siento, querido —respondió sarcásticamente Adela.
—Disfruta esa taza de café, cariño, será la última que llegue a Marsella.
—Pero, ¡qué dices! —exclamó Adela—, mirando con los ojos fijos a Román 
—Tengo que irme, cariño, tengo un decreto importante que firmar. A partir de mañana se termina el contrabando ilegal del café latinoamericano.

Sábado 30 de mayo del 2020





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