jueves,23de

Entre voces y bombas

Entre voces y bombas

A pesar de que la universidad había dispuesto en un comunicado no abrir sus puertas para un normal desarrollo de clases, aún así asistimos. 

Me di cuenta entonces que mi clase, mi generación, mis amigos periodistas y todos aquellos estudiantes que decidieron ir a San Marcos poseíamos un espíritu rebelde, no solo por asistir contradiciendo a la universidad, que ya es bastante, sino también por lo que representa nuestro constante desacuerdo frente al sistema. Tuvimos una clase didáctica y amena contra todo pronóstico, es decir, sin aula, sin sillas, sin pizarra, solo el acogedor ambiente del bosque en medio de las facultades que lo rodean y un impasible frío que hizo que el  círculo de amigos se hiciera más fuerte.

Al terminar, el profesor agradeció por la debida asistencia, recalcó que no teníamos por qué asistir siendo feriado, que pensaba que en realidad no íbamos a venir y por demostrarle lo contrario se sintió muy satisfecho. Sin embargo, nada hacía presagiar lo que iba a pasar a continuación. 
Ese mismo día 12 de septiembre, nos reunimos para celebrar el cumpleaños de una querida amiga luego de la clase. 

Casi siempre estas reuniones personales lo celebramos en una casa, pero por diferentes circunstancias, la cumpleañera se fue un momento y nos dejó reunidos, así que “un billar” al frente de San Marcos era la voz para compartir la anécdota. Si no hubiera sido por el cumpleaños de Elizabeth, hubiera estado en casa y esta crónica nunca se hubiera escrito. 

Luego de una ronda de toques del billar en el tercer piso, se escucharon los bombazos de la policía. Inmediatamente nos acercamos a las ventanas. Varios policías habían llegado en sus motos a despejar la pista a punta de lacrimógenos, más adelante una llanta al frente de la puerta 3 estaba ardiendo. Algunos estudiantes rondaban por ahí, no estoy seguro si lograron entrar a San Marcos o si solo dieron la vuelta al perímetro. Desde el tercer piso, me embargaba la impotencia. Mi amiga Yessenia, indignada por lo que veía, comenzó a gritar :—Son estudiantes, ¿por qué rayos les tiras bombas?
De igual forma los estudiantes que nos encontrábamos arriba comenzamos a gritarles, pero desde arriba, no lográbamos nada. Fue demasiada mi impresión que en un momento dado mi garganta se rajó de tanto gritarles, estaba inquieto, no podía seguir viendo cómo las bombas ingresaban a nuestra universidad. 

La tensión estalló cuando un policía decidió lanzar una bomba lacrimógena a un grupo de estudiantes que estaban en la esquina observando impasibles el indiscriminado accionar de las “fuerzas policiales”. Fue entonces que la señora del local, tomando sus precauciones, decidió cerrar las ventanas. Tranquilamente pudimos habernos quedado en local, la señora nunca tuvo intenciones de desalojarnos, pero era nuestra universidad, no había qué discutir. Una vez abajo la situación era otra, la perspectiva era diferente. El primer bombazo no terminó por separar a los estudiantes, todo lo contrario, hizo que ese mismo punto fuera el lugar de concentración. —Vengan, compañeros, dijo un chico anónimo. Son sanmarquinos, ¿no? defendamos nuestra universidad. Lo miré fijamente y no noté un solo movimiento de duda en sus gestos, eso me animó. Así, poco a poco nos fuimos haciendo fuertes y de pronto la primera arenga nació cómo acto espontáneo y necesario, cómo si el llamado estudiantil corriera en nuestras memorias : —San Marcos ya lo sabe, la lucha es el camino— se escuchó y luego todos juntos, el coro inmediato, fuerte y plural hizo que la policía volviera la mirada hacia nosotros.

Puede ser una lucha equivocada según su parecer, pero les queda más que claro que el sanmarquino no se calla. Esto no es de ahora, nos hemos creado un discurso peyorativo en nuestras protestas, nos hemos ganado a punta de acciones violentas que nos miren como “revoltosos” para que no pretendan pasar por alto nuestra voz y nuestro voto y así será. Cuando me di cuenta éramos varios, a tal punto que avanzábamos y la policía retrocedía. Fue entonces cuando comprendí que esto iba más allá del momento, nos unía una memoria colectiva y un pasado histórico, pero sobretodo el hambre de justicia de todo aquel que ha merecido el merecido adjetivo “sanmarquino”.

Otra lucha era la que se libraba adentro del campus universitario, donde indiscriminadamente perdigones y lacrimógenos eran lanzadas hacia los estudiantes y facultades. Qué extraño se me hizo ver cómo el humo ingresaba en mi facultad y qué indignación ver a mis compañeros correr como si fueran delincuentes. Era una sola voz la que se escuchaba, una voz que ya no se contenía y atacaba, pero de nuevo vino la represión. Esta vez era al cuerpo, ya no al suelo, ni al aire, al cuerpo. Entonces nacieron voces recónditas como : —¿dónde carajos estás cuando nos ataca la delincuencia?,¿para tirar bombas si apareces, pero para ayudarnos nunca estás?.

 En medio de las respuestas verbales, de las piedras que salían del campus y del humo de las bombas apareció la prensa. Las voces volvieron a nacer : —¿y ahora, ahora si no disparas?, !dispáranos pues, qué esperas, ahora está la prensa! Los agentes lo pensaron un momento, pero su misión principal era recuperar la universidad, así que en una distracción nos lanzaron otra bomba lacrimógena y fue estratégica porque nos separó, luego vinieron más policías y cercaron la esquina donde estábamos reunidos. Luego de ello fue inevitable proseguir con la protesta. 

Me quedaré con la imagen de mi amiga queriendo hacerle frente a toda una fila de policías ella sola, la de mi amigo ganándose un par de porrazos en el brazo por decirles la verdad cara a cara, la de mi amiga cogiendo el concreto y su palo para ponerlo en medio de la pista y evitar que los carros sigan de frente y resulten dañados, la de la chica que se nos unió a pesar de que era cachimba, los chicos y chicas que tomaron la voz en medio del conflicto y la alzaron para todos, la de los chicos que fueron alcanzados por el humo lacrimógeno y no se amilanaron y de todos aquellos que hicieron que la lucha estudiantil siga viva y ardiendo. Esta crónica es por ustedes y para ustedes, compañeros,sanmarquinos : —siempre de pie y nunca de rodillas.

Por Alejandro Godinez, 15 de septiembre del 2019

Foto : Marco Porras




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