lunes,6de

Sombras

Sombras

 Sombras.

Sé que al escribirte esto voy a liberarme de mis infiernos, detalle que algún día sucederá pero que en el fondo no quiero. Casi todos me dicen que me parezco a vos, que tengo tus gestos, tu forma de caminar, tu mirada pálida y yo, yo no termino de verme al verte. Sé que esperas mucho más de mí, no sé, tal vez una llamada o una visita inesperada, un abrazo inoportuno, una frase corta pero cariñosa, en pocas palabras: afecto. Pero tendrás que disculparme, creéme que para mí no es fácil porque no puedo pronunciarte, no me nace lo que nunca sembraste.

¿Qué me habrás hecho? o ¿Qué estarás pagando? ¿Seré tu karma? Ya no me pregunto, porque he olvidado las respuestas. Hace dieciocho años exactamente, sí, hace bastante tiempo que hice de tu ausencia un vacío único. Uno en el que convivo contigo y sigo siendo el niño que se emociona al verte, porque mágicamente tu imagen aparece de golpe y un abrazo suele calmar el conflicto emocional. Mientras te escribo pienso si realmente seré tu hijo. ¿Te quedan dudas? Porque no me explico, padre, porque con el tiempo nunca te quise como quisiste. Seguramente a estas alturas de la vida no te sorprende, o bueno sí, en parte si es que te sientes decepcionado de mí. Lo que sí quiero confesarte que nunca te quise demasiado. 

Por muy fuerte que sea debo escribirlo sin tantos agobios, ya que no lo leerás. Claro que te respeto, que ser siente una sensación por vos, pequeña, ingenua, tierna. ¿Es la distancia? no lo sé exactamente, sabes, nunca me sentí recibido en tu ciudad, eran los días más largos y las noches más profundas cuando vivía en tu casa. En ese hogar cuyas tardes eran silenciosas mientras todos dormían y el patio solía llamar mi atención, una alfombra rota, unas maderas y el aserrín que me era familiar, todo eso apagaban mis ratitos de soledad. ¿La separación? tampoco sé, no he visto a mi madre sufrir tu despedida, nunca la vi llorar, jamás la vi lamentarse por el efecto, de hecho fue todo lo contrario, tal vez eso también me hizo fuerte en parte, pero algo es innegable y déjame decirte, padre, que ya con seis años había aprendido a caminar sin tu mano. Por supuesto que me he caído muchas veces, me he frustrado en mi silencio, me he decepcionado de mí incluso cuando lograba pequeñas cosas, nunca fue suficiente para vos mis honores. ¿Seré yo la razón? ¿Cómo si fuera yo el causante de mi propio vacío? Quizás sí, aunque me duele escribirlo y aceptarlo. Las razones las he escuchado, los motivos los he sentido, las vivencias las he olvidado, de hecho de las muchas veces que nos hemos visto, de las muchas situaciones que compartimos solo recuerdo una en especial. Y fue aquella vez en la que al parecer llegué a tus ojos por primera vez, luego de mucho tiempo fuera de tu radar, que ingresé a la universidad y sentí cómo el orgullo de tu apellido te hacía sonreir y sentirte vivo, pero esto solo por señalarte un motivo, cómo si te debiera la felicidad. ¿La otra familia? Para nada, papá, a mis hermanos los quiero mucho, aunque la comunicación que tengamos sea escaza. Mi tiempo con ellos fue cortísimo pero suficiente cómo para escribirles y saber qué responderán gustosamente, Pienso en ellos, aunque no hablemos. De mi madrastra, tampoco, a ella también le guardo respeto, creo que nunca hizo algo para obtener el vacío, y me refiero al vacío en el que estoy y estás. Y si por casualidades del destino lograrás leer esto, seguramente andaré por ahí sintiéndote despacito, como la sombra de otra sombra que en algún momento se hará responsable de todo el silencio que vivimos. 


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