Al escribir esto, sé que les estoy fallando.
Sé cuál es la verdad y mi ética así me lo exige, pero en el ambiente enrarecido por sus palabras hacen que una daga se instale en mi cuello y amenace con desangrarme. El perjuicio lo conozco; las críticas, hasta cierto punto pueden ser tolerables y las consecuencias a futuro podrían ser debastadoras para mi imagen. Miro mis manos, pienso en la carrera que estudié, en mis compañeros, en la competencia del mercado, pero sobrtetodo pienso en mis hijos, mi familia. Realmennte es la sensación de tergiversar los hechos y no poder hacer casi nada al respecto lo que me causa una frustración. Hoy debo ir a trabajar temprano. La verdad es que quiero plantarme en frente de mi jefe y vociferarle mi renuncia inmediata, pero en lugar de eso solo lo saludo, él me responde fríamente, como siempre, con un tono de su voz de complicidad, siendo él el único autor intelectual de la frustración que siento. Antes de publicar las noticias, voy a su oficina y tengo que pedirle el visto bueno, él lo lee, hace unos gestos, entredientes señala que esto no le agradaría a ciertas personas y me indica, con una sonrisa indiscriminada, que lo corrija. Ese el proceso hasta que él quede a gusto y finalmente, ya alterada la verdad, se publica. Un día de estos no asistiré a la redacción, a ver si así poco a poco esta rabia que siento se la traslada a otro.
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