sábado,14de

La metáfora de la espiral

 

La metáfora del espiral


Emilia entró a la habitación lentamente buscando a Amelia con la mirada. 

―Acabo de leer tu último cuento sobre el amor vedado e inevitable de un tal “Perséfore”. ¿Y ese nombre?

―¡Ay¡ Perséfore, qué sería de vos...―.dijo Amelia, entrecortando la voz y sentándose en el sillón. 

―¿Si fuera real? ―cortó Emilia. 

―No, no es eso, es eso solo que dejé casi toda mi sensación de romanticismo en ese cuento.

―Ya veo. Bueno, lo leí porque fue lo último que aterrizó en mi oficina ¿Cuándo lo escribiste?

―El mes pasado ―dijo Ame, esta vez mirando hacia el techo.

―Lo que me sorprende es la carga poética que contiene, es más, casi podría afirmar que es un gran poema versificado, niña ―agregó Emilia, alzando las hojas con sus dos manos. 

―No lo sé, me parece que estás exagerando, Emilia ―dijo Amelia, mirándolo a los ojos. 

―No por ejemplo este fragmento : “Poco a poco fue descendiendo sin oponer resistencia. Cuando tocó el piso de la espiral supo que debía descender casi obligatoriamente hasta llegar a Roma. Sabía de por sí que el viaje iba a ser largo, tal vez, eterno”. La metáfora de la espiral cómo recorrido hacia el corazón me parece de muy simbólico.

―Creo firmemente que la unión de los corazones se da por un vínculo que tiene forma de espiral. Dicho espiral debe ser recorrido por los dos. Y si el espiral no es recorrido por aquellas personas, no sé de qué amor podrían estar hablando. 

―Por supuesto, la metáfora de la espiral -dijo Emilia, afirmando la expresión. 

―No sé si mis personajes hubieran querido ese destino, continuó Amelia, tal vez solo es un reflejo de mi subconsciente exprensando lo que pienso sobre las relaciones de amor, pero esa noche no dormí hasta que terminé de escribir la metáfora. 

―Después de todo fuiste vos quién les dio ese destino, añadió Emilia, haciéndola responsable del destino de sus personajes. 

― A veces siento que la historia comienza a escribirse sola, las ideas corren y corren, uno no sabe cuando detenerse, es tan similar a un río que fluye sin frenos hasta que llega a una cascada y de pronto todo es tranquilidada, incluso para uno.

―Bueno, debe ser, tú eres la escritora, yo soy matemática ―dijo Emilia, tratándo de entender la complejida que expedía Amelia en sus palabras.

―La verdad es que he puesto casi todo lo que me concierne con respecto al amor en esa historia que parece un gran poema. Por ahora, solo quiero leer.

―Si, está bien, tengo que ir a visitar al señor de la imprenta. Me ha comentado que llegarán al pueblo algunos escritores jóvenes y otros ya recorridos. ¿Vendrás?

―Si termino de leer, iré, sino no me puedo dar el lujo de perderme este final, no me lo perdonaría. 

Alejandro Godinez 🇵🇪

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